miércoles, 22 de agosto de 2018

La aliada del marinero

Hacía tiempo que tenía puesta la abrazadera y viajaba sin cubierta, solía tener una profundidad abisal y un rumbo indefinido, tú solías ser mi acompañante y no tenía por qué compararte con nada, íbamos a son de mar preparados ante todo, o eso solíamos creer.
Me enseñaste a arriar, aflojando algún que otro cabo y bajando las velas como quien no se preocupa de terminar arriando en banda; aún teniendo el viento atravesado eras capaz de ayustar y crear en mí la mejor de las mareas, y así pasó me azoqué como el más fuerte de los nudos sin saber que tarde o temprano todo nudo se deshace. El camino estaba lleno de azolve y era complicado ir a la velocidad que solíamos ir, aún así tomaste el mando y dirijiste el timón como el mejor de los capitanes, yo sabía que necesitábamos un astillero, pero no me hacías caso, continuamos el rumbo pero esta vez con el mastil un poco apopado y la profundidad nuestra del fondo casi aplacerada, olvidamos lo que era ir a la pendura e íbamos a palo seco, sin velas, con un viento extremadamemte duro y un mar que no acompañaba nuestros sentimientos. Todos mis acaecimientos eran ciertos, todo lo que yo escribía en marea alta se hizo realidad, pensaba que estábamos amadrinados hasta que fuimos a pique, anegaste mi corazón, estaba abatida y desviada del rumbo inicial, y finalmente me sumergí, hasta el fondo del mar, hasta tocar fondo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario